“…Bienaventurados ustedes los que ahora
tienen hambre, porque serán saciados. Bienaventurados ustedes los que ahora
lloran, porque reirán…” Lucas 6:21
Una
de las mas grandes devastaciones de la pobreza para el hombre es el hambre. El
hambre acaba con la ilusión del hombre. El hambre hace que el propósito sea lo
último en lo que se piensa. Porque el hambre hace que se piense solo en el día
actual. “qué voy a comer hoy”, “qué va a comer mi familia” todo lo demás sale
sobrando.
Jesús
estaba tocando un tema muy delicado, donde la gente estaba triste. Pero Él
sabía que la gente que sigue sus enseñanzas puede salir de esa pobreza
desoladora, que aquellos que siguen Su Palabra, nunca les faltará pan.
Pero
también creo que Jesús –además de referirse a la pobreza física- se refería a
la pobreza espiritual. La cual también genera hambre. Un hambre mas mortal que
el hambre física, porque el hambre del cuerpo solo te mata cuerpo. Pero el hambre
del espíritu mata tu esencia. Mata lo mejor de ti, mata tu espíritu.
Por
eso era el clamor y la promesa de Jesús, de que aquellos que sigan sus
Enseñanzas, Su Palabra, serán saciados en el espíritu. Por que sus palabras son
el mejor alimento para el espíritu.
Pero
después también hace una promesa hermosa. Hay gente que verdaderamente le va
mal en la vida, que tiene una serie de rachas donde el sufrimiento es el pan de
cada día. Que llorar es la rutina de su vida. Y a ellos les hace una promesa
directo al corazón. Les dice que esas lágrimas se convertirán en gozo.
Se
oye tan simple, pero cuando se lo dices a una persona que ha pasado muchos años
en llanto, tristeza y amargura, le sabe a gloria creer que algún día llegará la
alegría.
Y
Jesús estaba seguro de lo que estaba diciendo. Sabía que estaba tocando fibras
sensibles en el corazón de sus oyentes, pero estaba convencido de que la gente
que creyera en él, dejaría sus lágrimas por alegría.
Armando
Carrasco