lunes, 12 de octubre de 2009

Vámonos al mundo. Lucas 5:27-28

“Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos. Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores? Respondiendo Jesús les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino pecadores al arrepentimiento.” Lucas 5:27-28

Cuando leemos estas líneas por primera vez nos indignamos y criticamos a los fariseos y a los escribas. Pensamos que estaban totalmente ciegos. Pero cuando nos va pasando el tiempo, cuando ya llevamos algunos años de cristianos, empezamos a dejar formar en nosotros una personalidad farisea. Todo el mundo que nos rodea es “cristiano”, nuestros amigos, nuestros compañeros, la escuela de nuestros hijos, los deportes, los tiempos de esparcimiento, y a veces hasta nuestro trabajo, hacemos una burbuja “cristiana” aislándonos completamente del mundo y empezamos a criticar a aquellos que se relacionan en el mundo.

Estamos completamente aislados y no tenemos ninguna influencia sobre los que tienen una necesidad de Dios. Estamos en nuestro “mundito” y perdemos la capacidad de entender que Dios nos ha puesto en este mundo para darle sazón y de alterar el curso de la historia, cosas que no podemos hacer desde una burbuja cristiana.

El factor común con los fariseos de los tiempos de Jesús y los fariseos actuales es que se creen buenos y perfectos. Creen que son tan santos que no pueden mezclarse con la chusma. Y empieza un espíritu de crítica que los hace perder una correcta perspectiva de la vida y del mundo real y lo peor pierden de vista al Reino.

Creo que una buena forma de alterar el curso de la historia de nuestra familia, colonia y ciudad es ir a ellos, a los perdidos a los que se les llama comilones y bebedores. No debemos hacer lo que ellos hacen pero sí debemos ir a donde ellos están. No podemos aceptarles emborracharnos con ellos pero cuando tengamos la oportunidad debemos predicarles y presentarles el mensaje del Reino y de la Gracia.

No podemos traer a todo el mundo a la Iglesia, más bien debemos llevar al mundo la Iglesia. Son tiempos en que la Iglesia debe ir al mundo. Debe Ir en una búsqueda de todos aquellos que están necesitados de Dios. Sin importar quién nos critique. Esto no es carta abierta para que los jóvenes se metan a centros de Table Dance a predicarles a las chicas. Eso tampoco estoy diciendo. Lo que estoy diciendo es que nos salgamos un poco de nuestras burbujas cristianas para poder alcanzar a los perdidos.

Yo creo que en esa mesa de Leví había gente con fama de borracha y de vidas desenfrenadas. Es más no dudaría que había gente que estaba tomando alcohol. Pero Cristo se estaba acercando a ellos para sanarlos. Los fariseos se creían tan justos que pensaban que no necesitaban de nadie para ser “más santos”.

Tengamos mucho cuidado que una vez que ya entregamos nuestra vida a Cristo creamos que somos tan santos que no podemos relacionarnos con los pecadores. Ciertamente somos santos, tanto que podemos relacionarnos de cerca con nuestro Padre. Pero es necesario llevar esa santidad a otros, estén donde estén. Porque una cosa es ser santo y otra muy diferente es creer que por relacionarnos con pecadores nos vamos a manchar de sus pecados. Su pecado no tiene la fuerza para mancharnos, pero nuestra santidad si tiene la fuerza para convertirlos.

Quiero enfatizarlo; no estoy diciendo que debemos ir a lugares promiscuos a evangelizar. Estoy diciendo que debemos de salir de nuestras cuatro paredes de “protección santa” y debemos relacionarnos con el mundo con el objetivo de presentarles las buenas nuevas.

Armando Carrasco Zamora

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