sábado, 21 de junio de 2008

Obedece el impulso. Lucas 2:28-32

“Él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación, La cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.” Lucas 2: 28-32

Ya hemos visto que Simeón había tenido una promesa de parte de Dios para ver al Salvador. Y vemos que en este versículo dice que lo tomó en sus brazos. Cuando Simeón vio con sus ojos la promesa hecha realidad la tomó en sus brazos. La tocó, la sintió, no fue indiferente ni le dio cabida a la duda. Sino que la “abrazó”. Yo creo que nosotros debemos hacer lo mismo.

En verdad creo que muchas veces Dios nos da primero una promesa y después nos la manda, pero cuando llega sólo la vemos pasar, y no la abrazamos. Esto es importantísimo. El ya tenía toda un vida recorrida y cuando ve que se cumple la palabra de Dios la abraza y lo primero que dice es “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz…” él sabía que pronto se iría de este mundo pero lo haría sabiendo que pudo ver y tocar la promesa de Dios.

Y toda su confianza en ver la promesa viva está en lo que dice enseguida “Conforme a tu palabra” Dios le había dado una promesa de que vería al Salvador, pero también él estaba convencido porque así lo decían las escrituras. Cada vez que Simeón leía la Escritura se daba cuenta de que un día llegaría el Salvador, por eso cuando puede ver esa promesa hecha realidad lo primero que hace es abrazarla. Cuando tú veas que la promesa de Dios se materializa ¡Abrázala! No la dejes ir. ¡Tócala!

Una cosa es tener la promesa y otra es verla. Mientras tienes la promesa vives en expectación y es muy emocionante, pero nada se compara cuando puedes ver esa promesa. Es muy emocionante todo el proceso. Primero escuchar la promesa, desde allí empieza la emoción, porque en ese momento no ves nada de nada. Y empiezan a surgir las preguntas “¿ Y cómo le hará Dios para cumplir su promesa?” y pueden pasar años y nosotros no ver siquiera el más mínimo indicio de que la promesa se acerque, y cuando llega es verdaderamente extraordinario. Por eso debemos ser sensibles a los impulsos del Espíritu Santo. Simeón sintió el impulso del Espíritu y obedeció. Y pudo ver la promesa cumplida. Se llenó de paz.

Estaba tan fuerte la unción en ese momento sobre Simeón que dijo un concepto muy interesante, Dijo varios pero en esta ocasión vamos a estudiar uno, dijo: “Luz para revelación a los gentiles” aparentemente no es nada, pero si analizamos que los Judíos creían que los gentiles eran cosa aparte y que no podían “juntarse” con ellos para no contaminarse. Decir esas palabras de que Jesús sería Luz para revelación para los gentiles, estaba proyectando algo importante en la historia. Realmente no se si Simeón se percató de la dimensión de lo que estaba diciendo. Pero si sé que sería de los primeros en decir que Dios se empezaría a revelar a los gentiles.

La llegada de Jesús a la Tierra trajo una luz que nos lleva a la revelación. Desde que Jesús vino a la Tierra hay una luz que ilumina a los gentiles a la revelación, nada mas y nada menos que Pablo conoció a Jesús por pura revelación. A él nadie le predicó a el le fue revelado y aunque era judío Jesús le fue revelado de esa manera porque Pablo fue llamado a los gentiles, y su encuentro fue por revelación. El conoció a Jesús de la manera en que los gentiles lo conocerían, por revelación.

Todo lo que desencadenó el haber obedecido un impulso del Espíritu Santo. Lo vio, lo abrazó y profetizó. La próxima vez que sientas un impulso del Espíritu Santo obedécelo. Te vas a sorprender de todo lo que puede suceder.

Armando Carrasco Z.

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