lunes, 20 de abril de 2009

Sanidad en todas partes. Lucas 4:38-39

“Entonces Jesús se levantó y salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. La suegra de Simón tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella. E inclinándose hacía ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía” Lucas 4:38-39

Este pasaje me gusta por la sencillez con la que se platea la sanidad divina. Pero primero veamos algo importante de este pasaje; dice que Jesús se levantó y salió de la Sinagoga, “levantó” lo vamos a tomar como una acción para hacer algo. Y es que precisamente cuando queremos hacer algo por lo demás lo primero que tenemos que hacer es “levantarnos” pero después es salir de la “sinagoga”, aquí hay dos percepciones; la primera significa que salgas de tu círculo de trabajo, de familia, y vayas a donde está la necesidad, pero a mi me gusta más que la sinagoga de alguna manera representa la ley, entonces debemos salir de los legalismos y mecanismos que ponemos para ayudar a la gente y salir directamente a donde está la necesidad de las personas.

Recordemos que Simón es Pedro. Entonces vemos que Jesús fue a la casa de Simón y llegando le rogaron por ella. Ahora bien aquí rogar no significa, tal cual “rogar” en el sentido de súplica, sino de pedir. Sabemos que gente que no conocía a Jesús ni tenía ninguna relación con Él, a gritos le rogaban que los sanara, pero en esta ocasión vemos que es alguien cercano a Pedro. Lo que quiero decir es esto; Jesús sanó tanto a los que le suplicaban un milagro tanto como a los de la casa de algún familiar. No importa si la gente tiene alguna relación con nosotros, la gente tiene necesidad y el amor y la compasión debe movernos para levantarnos y actuar.

Después dice “inclinándose” lo cual de alguna manera es un gesto amable que nos muestra la actitud de nuestro Señor en situaciones así. El con todo el poder y señorío pudo ni siquiera verla tan sólo pudo decir “sea sana” y hubiera sanado, pero vemos como se inclinó y vemos que nos muestra su corazón humilde y comprensivo hacía los demás. Cuando veamos a alguien con necesidad y lo ayudemos debemos seguir el mismo ejemplo y con mayor razón, porque Él es Dios. Y nosotros somos hombres frágiles que dependemos al 100% de Él. Inclina tu corazón a los necesitados.

Otra cosa, que me gusta mucho de este pasaje, es que no era una enfermedad de esas mortales y tremendas y feas de las que a veces encontramos en la Biblia, era fiebre. Tal vez por una gripa un malestar estomacal o alguna infección menor. Y Jesús la sanó. Tú sabes qué molesto es estar enfermo. Todo tu cuerpo se predispone y se aminora la capacidad de trabajar. A veces una pequeña fiebre en un momento importante nos puede poner de cabeza, en ese momento me quiero imagina que la suegra de Pedrito era la que se estaba organizando todo para recibir a Jesús y más si les llegó de sorpresa.

Dice la Biblia que la fiebre le dejó al instante. La fiebre la tenía en cama imposibilitada de poder servir a los demás, y la fiebre la dejó al instante. Gracias a Dios por este tipo de milagros, tan prácticos y tan atinados.

El otro punto; a veces en nuestro caminar cristiano nos llega una pequeña enfermedad que nos “tumba” a la cama. Y dejamos de servir y he conocido a muchos que como ven que no es algo grave ni van al doctor ni mucho menos oran, pero no se dan cuenta que esa pequeña enfermedad, los tiene en cama. Creo que debemos pedirle a Dios que nos sane en esos momentos para poder seguir sirviendo.

Armando Carrasco Z.

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