lunes, 7 de diciembre de 2009

Promotores no perseguidores. Lucas 6:6-11

“Aconteció también en otro día de reposo, que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha. Y lo acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle. Más él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie. Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa;¿Es lícito en día de reposo hacer el bien, o hacer el mal?¿Salvar la vida, o quitarla? Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada. Y ellos se llenaron de furor; y hablaban entré sí qué podían hacer contra Jesús.” Lucas 6:6-11

Se enojaron. Es impresionante pero los fariseos se enojaron. Ellos que se decían conocer al Dios altísimo y ser hijos de Abraham. Se enojaron cuando Jesús hizo el bien a un pobre hombre que había sufrido mucho tiempo, tal vez toda la vida con su mano derecha seca.

El corazón de los fariseos estaba enfocado en las formas, estaban más pendientes si era sábado o no. Recordemos que la ley prohibía hacer determinadas cosas en sábado. Pero olvidaron que el hombre es más valioso que la Ley, olvidaron que la Ley se hizo para el hombre.

A Dios le importa más sanar a uno de sus hijos, que fijarse si es sábado. Eso es lo que quería enseñar Jesús. Él se dio cuenta que lo acechaban en esa ocasión no sólo para ver si podía sanar a este hombre sino para que cometiera “el gravísimo” error de sanarlo en sábado.

La mente de estos fariseos estaba completamente desenfocada de los propósitos divinos, no conocían el corazón paternal, amoroso y misericordioso de Dios. Ellos se habían hecho a la idea de que cumplir la Ley ero lo máximo para sus vidas, aún más que ser sensibles al corazón del Padre.

Aún hoy hay fariseos, como le estudiamos en el mensaje pasado. Estos fariseos buscan más que se cumplan las tradiciones, sin importarles el corazón del Padre. Se hacen insensibles a la voluntad del Padre sólo por cumplir a como de lugar las tradiciones.

Y créeme hay hombres allá fuera, viviendo todos los días con su dolor. Es tanto su dolor que el clamor de todos los días a Dios es “sáname” “por favor Dios que no aguanto más” y debemos estar en sintonía con ese dolor y sobre todo en sintonía con el corazón de nuestro Dios.

Este hombre que estaba en la sinagoga, seguro no le quitaba la mirada a Jesús, lo más probable él ya había escuchado del poder de sanidad que fluía de Jesús, y estaba atento a todo. Cuál sería su sorpresa cuando Jesús lo llamó y le pidió que extendiera su mano. Quedó sano. En un momento quedó completamente curado de algo que pareciera imposible curarse. Su vida cambió radicalmente en tan solo unos momentos. A él no le importo si era sábado o no, lo único que vio fue el amor que se hizo patente en el poder de Jesús. Yo creo que él no dijo “wow, me curó en sábado” no, no y no. Seguro que lo único que le importó es que ya estaba sano. Conoció a un Dios determinado en manifestar su misericordia.

A los otros no les importó la sanidad, sólo les importó que el milagro se haya hecho en sábado. A ese nivel estaba endurecido su corazón. Para ellos era más importante “guardar” el sábado que la sanidad del hombre.

Lo tremendo es lo que leemos al final de este pasaje: “…y ellos se llenaron de furor; y hablaban entré sí qué podían hacer contra Jesús.” Para ellos todo pasó a segundo término, su misión ya no era verificar si sanaba en sábado, su misión ahora era ver qué podían hacer contra Jesús.

Un corazón entenebrecido por el legalismo no sólo impide que Jesús se mueva en libertad mostrando misericordia, sino que es tal su afán de querer tener la razón que llega al grado de perseguir al mismo Dios.

Una meta que todos deberíamos ponernos en nuestra vida es ser sensibles al corazón de nuestro Padre y conocerlo más de cerca para ser promotores de Él y no perseguidores de Él.

Armando Carrasco Z.

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