lunes, 9 de noviembre de 2009

¿De qué cosecha eres? Lucas 5:36-39

“Les dijo también una parábola: Nadie corta un pedazo de vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar, y lo uno y lo otro se conservan. Y ninguno que beba del añejo, quiere luego del nuevo; porque dice El añejo es mejor.” Lucas 5:36-39

La parte final de este pasaje es reveladora para entender algunos aspectos de la religiosidad. El hombre es un ser de costumbres, de todo hace una costumbre, por inercia lo hacemos. En todas las áreas de nuestra vida. Desde las cosas más simples hasta las más complicadas. Por ejemplo hacemos nuestra ruta para ir al trabajo y nos habituamos tanto a esa ruta que muchas veces cuando tenemos que ir a otro lado la inercia de la costumbre nos lleva por la ruta que hemos hecho un hábito. Las empresas hacen procesos de trabajo para mejorar la calidad y eficientar la producción, pero genera una forma de vida habitual que provoca que el personal haga su trabajo de manera mecánica. Y todos están felices, el trabajador la empresa.

Todo esto está muy bien. Pero cuando hay que hacer un cambio, todos explotan, porque por años han hechos las cosas de una manera y están habituados a trabajar de una manera y de una forma. Decir cambio para muchos es la peor tragedia que puede pasarles, para otros les da flojera para otros es un pretexto de rebelarse, en fin, cuando aparece en el horizonte la palabra cambio, entonces sale a relucir lo mucho que el hombre se habitúa a las costumbres.

En el cristianismo es igual. La gente cuando conoce a Jesucristo como su Señor y su Salvador, sin que se lo proponga empieza a vivir su vida de acuerdo a nuevos patrones de vida. Que con el paso del tiempo se convierten en hábitos y costumbres de vida. Y cuando aparece la palabra cambio se resisten al grado que se atreven a decir: “el vino añejo es mejor”, “Las cosas que hemos hecho desde hace mucho tiempo son mejores de lo que Dios está haciendo ahora”. Prefieren quedarse con un viejo vino por no cambiar sus viejas estructuras. Si para ellos disfrutar del vino nuevo es romper con sus estructuras pasadas, prefieren entonces, quedarse con el vino añejo y abiertamente dicen “este vino es el mejor para qué cambiar”.

Y Dios los respeta. y les sigue enviando el vino que su odre puede contener. Como dijimos en el pasaje anterior, Dios nunca les va a dejar de mandar su vino. Su odre tiene la capacidad de contender el vino que Dios les ha dado.

Pero si una persona quiere vino nuevo. Tendrá que sobreponerse a los cambios. Y entrar en el periodo de transición. Prepararse mental y espiritualmente para los cambios que suceden en el cambio de odre. No es fácil. Hay formatos en nuestro cristianismo que nos definen. Mucho de las estructuras que tenemos, se han impregnado tanto en nosotros que forman parte de nuestra vida. Y cuando nos enfrentamos a cambiar de odres, nos enfrentamos con asuntos de nuestra vida misma.

La estructura es tan importante como el vino. De primera instancia tendemos a decir “El vino es más importante que la estructura” pero cuando entendemos que sin la estructura no podemos tener vino, nos damos cuenta que el vino y el odre son inseparables. El vino conforma al odre y el odre indica el vino.

La pregunta es ¿de qué cosecha eres? ¿Cuál es el vino que contiene tu odre? ¿Tu estructura tiene la capacidad real de contener la verdad presente de Dios? Dime tu odre y te diré qué vino tienes. Puedes hablar mucho del vino nuevo. Pero otra cosa es saborear del vino nuevo.

Armando Carrasco Z

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